Año 1914, el mundo lleno de imperios y un joven nacionalista serbio espera en una esquina cerca de un puente sobre el río Miljacka, en Sarajevo, Bosnia. Mientras, a pocos metros, el archiduque Franz Ferdinand visitaba la ciudad, una de las muchas que estarán bajo sus órdenes cuando acceda al trono del que es heredero. Al girar y encontrar el puente latino de frente, el joven serbio, Gavrilo Princip, asesina a tiros a su futuro emperador.
Austria declara la guerra a Serbia. Y Rusia, con ese carácter paternalista, acude en rescate del pequeño país eslavo. Los alemanes se movilizan contra los franceses e ingleses en el frente occidental y contra los rusos, también y como aliados de los austriacos, en el oriental.
La primera guerra mundial ha comenzado y Gavrilo Princip ni se lo imaginaba.
Año 2016, el embajador ruso en Turquía muere a tiros por un policía turco al grito de “No olviden Alepo”.